El Palacio Pitti, situado en la plaza Pitti tras cruzar el Ponte Vecchio, es la residencia palaciega más opulenta y colosal de toda la ciudad de Florencia. En realidad, como correspondía a sus propietarios, ya que lo poseyó también la familia más poderosa y rica de la ciudad: los Medicis.

Su construcción se inició en el año 1547, y se supone que para ello se recuperaron unos planos de Filippo Brunelleschi, el arquitecto autor de la Cúpula del Duomo de Santa María de las Flores. En ese momento, el palacio no se inició por encargo de los Medicis, sino que lo promovió uno de sus rivales, el banquero Luca Pitti. Sin embargo, este personaje en pocos años se arruinó y fue entonces cuando lo adquirieron los duques de Medicis, concretamente dos años después, en el 1549.

Desde entonces y hasta el año 1919 fue la residencia de las familias más poderosas de la urbe. Las cuales lo fueron ampliando a lo largo de la historia, sobre todo durante el siglo XVI, durante los momentos de máximo esplendor económico, político y artístico de los Medicis.

Es en ese siglo cuando se construyó su descomunal fachada, realizada a partir de gigantescos sillares de piedra almohadillados. Más tarde, durante los siglos XVIII y XIX se fueron añadiendo las alas laterales del palacio. Y en todo ese tiempo, no sólo creció la construcción, sino que también su interior se fue llenando de una cantidad ingente de obras de arte en forma de cuadros de pintura, esculturas, mobiliario, tapices, orfebrería, etc. Todo ello compone el grueso de la colección de la actual Galería Palatina de Palacio Pitti, la cual está considerada el segundo museo en importancia de Florencia, tras la vecina Galería de los Uffizi.

Los aposentos reales y el patio

Muchos de los visitantes que se acercan al Palacio Pitti quieren ver esa importante colección de arte, pero otros tan solo quieren ver cómo vivían los Medicis en su época. Para ellos, existe la posibilidad de recorrer únicamente los aposentos reales y el patio.

En la actualidad, los aposentos están recientemente restaurados, lo que les ha devuelto todo el esplendor que debieron tener hasta el siglo XIX. Y sobre todo sirven para descubrir la opulencia en el modo de vida de sus propietarios y su gusto por las extravagancias en el mobiliario y la decoración.

Y en cuanto al patio, es lo primero que se descubre tras atravesar el gran portalón de entrada al reciento. Se trata de un patio del siglo XVI y es un claro ejemplo de la arquitectura manierista de ese momento.

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Escrito por Armando Cerra